miércoles, 29 de febrero de 2012

El viaje que cambió mi historia


A veces preferimos ir por el mismo camino tantas y tantas veces, en ocasiones hasta por muchos años, en vez de antes querer intentar transitar por una nueva ruta. Nos resulta más cómodo el apego de lo ya conocido que experimentar una felicidad completamente llena de vida. No nos percatamos que tomando otra ruta podremos ver un cambio, una oportunidad y un nuevo crecimiento.

Tenía que darle otro rumbo a mi vida y apenas estaba comenzando a emprender mi viaje.Tenía el deseo, pero no las fuerzas para desafiar mi destino. Lo hermoso de todo, es tener siempre a personas que son de bendición para tu vida, la familia, siempre estarán ahí preocupándose por ti.

Recuerdo un viernes 14 de mayo del 2010 a las 11:00 de la noche recibí una llamada de mi hermano, me tenía una invitación. Él entusiasmado me dijo: "¡Jessie! dime si o no". Sinceramente lo más lejos que mi mente pudo pensar fue, -¿me estará invitando para Vieques o Culebra?-...Le respondo: "mmm pues si". A lo que él me contesta: "¡Bien! Nos vamos mañana a New York y regresamos el domingo, ya tengo los pasajes, iremos de "backpacking" a tomar fotos"... Mis pupilas más hidratadas no podían estar de tanta emoción que sentía. Jamás hubiese pasado por mi mente dicho destino. "¡Seguro que si!" le contesté. Yo que apenas acababa de pasar por una separación sentí de repente que recuperaba varios años de alegría.

Aquel viaje cambió mi vida. Nos fuimos sin rumbo, sin ningún destino, solo nos dirigíamos a una ciudad. Este sería mi segundo viaje a la Gran Manzana, esta vez no estaba podrida, el brillo de la cera con la cual la habían tratado, se podía contemplar su hermosura a través del reflejo que llevaba.

Llegamos de mañana y sin tener lugar donde reposar la noche, mi hermano estaba tan seguro que nos íbamos a quedar en  Brooklyn, en casa de una amiga que habíamos conocimos en Puerto Rico, sin antes habernos contactado con ella. Para tener un plan B, envié solicitudes en couchsurfing a última hora desde el aeropuerto a ver si alguien nos alojaba en su casa. Solamente estaríamos una noche en New York y teníamos que aprovechar el día, así que tomamos el primer tren en dirección a Manhattan. Al pisar tierra nos sentimos más relajados y comenzamos a caminar  por largas horas, fotografiando cada detalle interesante de las avenidas, las personas y la impresionante arquitectura colonial que  la embellece. Allí recorrimos el famoso Chinatown, parte del pulmón de la ciudad - el Central Park, visitamos museos, entre ellos uno de mis preferidos, el MoMA - The Museum of Modern Art y terminamos comiéndonos unos Kebaks, recordando uno de nuestros viajes a Europa.

El día aun no acababa, casi oscurecía y aun no habíamos podido contactar a Carmela. El couchsurfing a última hora no había funcionado, nadie nos confirmó para darnos alojamiento por una noche en sus casas, todos los hostales estaban llenos, llevábamos sobre nuestras espaldas una mochila pequeña con una muda de ropa y adicional yo portaba la computadora que nunca volveré a llevar en un viaje de caminata. Estábamos cansados y nuestra última opción era regresar al aeropuerto y pasar la noche allí aunque al otro día tuviéramos que volver a Manhattan a seguir fotografiando. De todas formas la estábamos pasando bien que no nos preocupaba volver a dar el viaje.

De pronto vimos una señal de esperanza, Carmela nos estaba devolviendo la llamada, pero no se encontraba en la ciudad, estaba por California, aun así nos ofreció su cuarto y su "housemate" nos iría a socorrer en medio de la oscuridad.

De Manhattan tomamos el "Subway" en dirección a Brooklyn para encontrarnos con Ryan, quien era estudiante de fotografía. Al llegar no estábamos seguros si ese era el punto de encuentro. El área donde nos encontrábamos no nos brindaba mucha seguridad. Vimos un "fast food" cerca y solo quisimos entrar para descansar nuestras espaldas que habían sido maltratadas a causa del peso. No íbamos a consumir nada, pero tampoco sabíamos que los oficiales iban a venir a sacarnos de los asientos que apenas llevábamos reposando nuestros cuerpos por 5 minutos. Rápido pensé, -En Puerto Rico no pasa eso-. Así que nos dirigimos nuevamente hacia la estación del "Subway" y nos sentamos en el suelo, resultó que también nos mandaron a levantarnos de allí. Eran las 10:30 de la noche, estábamos cansados y muertos del sueño, y cuando casi nuestros ojos se cerraban llegó Ryan por nosotros.

Cuando Ryan vino a buscarnos, pensaba que estábamos cerca, pero cuando nos dio nuevamente otra dirección y las paradas que teníamos que hacer para llegar a su casa, sabía que el camino se había prolongado y tuvimos que coger nuevamente el "Subway", sin Ryan ya que él iba en bicy y nos lo encontraríamos en su casa.

Al llegar luego de toda la caminata del día a aquella casa con luz tenue, lucía acogedora, con su piso de madera, podía escuchar mis pasos al subir el segundo nivel.  Cuando llegué al cuarto, aquel colchón valía más que todas las almohadas de mi cama.

¡Luis! Ya amaneció, le dije levantando a mi hermano, quien estaba mucho más cansado que yo ya que se había acostado tarde tocando guitarra. Eran las 7:00 de la mañana, teníamos que aprovechar el día, nuestro vuelo salía a las 1:00 de la tarde y teníamos que estar 2 horas antes según las recomendaciones de las aerolíneas. Nos despedimos de Ryan, caminamos por el Brooklyn Bridge, nos entretuvimos tomando fotos de las arquitecturas, desayunamos en Chinatown y como es de costumbre en Puerto Rico, le llevamos recuerdos de New York a nuestra familia. Cuando miramos el reloj, ya eran las 12:00 del medio día, en una hora salía nuestro vuelo.


Un poco desesperados nos montamos en el primer "Subway" que vimos. Nada más el pensar en todas las paradas que habían de Brooklyn  al JFK airport, y hacer el "check-in", había aproximadamente una hora. Le preguntamos a una muchacha en el tren y nos dijo: "No se bajen en ninguna parada, lo van a seguir hasta llegar al aeropuerto, cuando se abran las puertas literalmente tienen que CORRER, si no corren, no llegan".



¿Por qué nos dijo eso? Mi mente que estaba aun pasiva hizo que la ansiedad me dejara casi sin uñas. Faltaba ya media hora. Seguimos todas las recomendaciones y cuando estábamos acercándonos a la parada final, ya el corazón se me quería salir por la boca. Las personas nos miraban raro, estábamos listos para nuestra carrera. Al abrirse las puertas faltaban 15 minutos para las 1:00 de la tarde, en ese momento, comenzamos a correr como nunca yo había corrido en toda mi vida, ni cuando pequeña en la carrera del pavo. Aquella experiencia parecía de película, la gente nos miraba y nosotros corriendo con todas las fuerzas, ya había comenzado a fatigarme, sentía presión en el pecho.  De momento tuvimos que detener los pasos, teníamos que coger el "shuttle", allí pude respirar un poco más. Entre varias personas, se escuchaba un acento familiar, eran dos empleados "nuyoricans" comentando de un temblor que había ocurrido el día anterior en Puerto Rico. Nosotros asombrados porque no nos habíamos enterado de dicha noticia, tampoco nuestra familia nos dijo nada - hasta pensé quedarme en NY, pero al saber que no hubo daño alguno nos enfocamos que aun nuestra carrera no había terminado. Faltaban 5 minutos para las 1:00 de la tarde. Se abrieron nuevamente las puertas y comenzamos a correr. Llegamos a las 1:02 de la tarde, cuando nos dan la noticia que el vuelo salía a las 4:00 de la tarde. Nuestras caras valían más de un millón, pero la experiencia valió más. Ahora si teníamos tiempo de para recuperar el aliento y recordar por siempre la aventura que quedó grabada en nuestras memorias.

En medio de la tensión en mi trabajo cotidiano y una separación matrimonial, dos días me sirvieron de terapias lejos en otra ciudad. Fotografiando los recuerdos, hicieron que mi mundo diera un giro de 180 grados. Un cambio total surgió dentro de mi, una nueva fuerza descubrí en mi interior, una paz llena de felicidad me acompañó desde ese momento en adelante.

Todos pasamos por situaciones dolorosas. Por más difíciles que suelan parecer, siempre habrá un camino que nos llevará a la felicidad. Yo he escogido la fotografía. Y tu?
                                                                                                                                           -Jessie Vale

¿Cuán poderosa puede ser la influencia en una película, que puede cambiarle la vida a un ser humano?

Fue la película "Stepmom" en diciembre del '98, con la actuación de Julia Roberts como fotógrafo que hizo ver la fotografía como un mundo nuevo ante los ojos de JeVal. Fue la pasión, el esmero, dedicación a este arte y el uso de  una cámara Nikon en la película, que con tan solo apenas 15 años de edad, la motivaron y crearon en ella un sueño, un anhelo y un mundo por descubrir.




domingo, 26 de febrero de 2012

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